Tener la oportunidad de ver el cambio, la necesidad de confiar en el otro y en construir un mejor futuro es a lo que le apuesta Conexión Futuro, una herramienta para crear y creer en los adolescentes y jóvenes vinculados al SRPA en un proceso de inclusión social.
Esta es la historia de «La capitana», Diana, una joven egresada del SRPA y que gracias a Conexión Futuro ha tenido nuevas oportunidades.
En una cancha entre los charcos y los sueños corre a toda velocidad «La Capitana»; ella salta y esquiva patadas, golpes y obstáculos de todo lo que se le atraviesa en el camino. Su meta es ser la 10, la capitana que todos respetan, pero cada paso que daba era más duro y cada charco era más hondo, cada vez tenía más barro en sus pies.
Ese barro se fue secando y haciéndose duro. Ella intentó seguir luchando hasta que ya no pudo, sintió que su talento y fuerza no fueron suficientes para esa oportunidad que nunca llegó y poco a poco su partido se vivió con tiempo fuera donde solo vio desesperanza y tristeza.
Los minutos pasaban, las necesidades crecían y el balón seguía en la cancha; la desesperanza la llevó a buscar lo ilegal y no hubo más opción para el árbitro que darle una tarjeta roja.
Sola y acorralada por una mala decisión, Diana pensó que ya no habría un equipo que la recibiera, que ya no podría volver a jugar de forma limpia, que su vida sería ahora de esta forma. Ya no sería «La capitana», la que jugaba limpio y saltaba charcos.
Y cuando pensó que no iba a encontrar un nuevo equipo, llegó un cambio para darle minutos. Volvió a entrar al juego y no estaba sola: un equipo de jóvenes con los mismos temores de volver a la cancha, pero con el apoyo para valorar el trabajo en equipo.
Diana ahora juega en una cancha con los mismos riesgos y temores, pero esta vez está segura de que no quiere cometer faltas.
Ella encontró un equipo que le da minutos de juego y los tiene que jugar en el presente.
Esta es la historia de «La capitana», Diana, una joven egresada del SRPA y que gracias a Conexión Futuro ha tenido nuevas oportunidades.
En una cancha entre los charcos y los sueños corre a toda velocidad «La Capitana»; ella salta y esquiva patadas, golpes y obstáculos de todo lo que se le atraviesa en el camino. Su meta es ser la 10, la capitana que todos respetan, pero cada paso que daba era más duro y cada charco era más hondo, cada vez tenía más barro en sus pies.
Ese barro se fue secando y haciéndose duro. Ella intentó seguir luchando hasta que ya no pudo, sintió que su talento y fuerza no fueron suficientes para esa oportunidad que nunca llegó y poco a poco su partido se vivió con tiempo fuera donde solo vio desesperanza y tristeza.
Los minutos pasaban, las necesidades crecían y el balón seguía en la cancha; la desesperanza la llevó a buscar lo ilegal y no hubo más opción para el árbitro que darle una tarjeta roja.
Sola y acorralada por una mala decisión, Diana pensó que ya no habría un equipo que la recibiera, que ya no podría volver a jugar de forma limpia, que su vida sería ahora de esta forma. Ya no sería «La capitana», la que jugaba limpio y saltaba charcos.
Y cuando pensó que no iba a encontrar un nuevo equipo, llegó un cambio para darle minutos. Volvió a entrar al juego y no estaba sola: un equipo de jóvenes con los mismos temores de volver a la cancha, pero con el apoyo para valorar el trabajo en equipo.
Diana ahora juega en una cancha con los mismos riesgos y temores, pero esta vez está segura de que no quiere cometer faltas.
Ella encontró un equipo que le da minutos de juego y los tiene que jugar en el presente.