Aún resuenan los ecos de las voces de miles de mujeres, en su mayoría jóvenes, que se unieron a las movilizaciones sociales realizadas el pasado 8 de marzo en las diferentes ciudades capitales del país y en las que exigían, de diversas maneras, el ser escuchadas, ser reconocidas, tener las mismas oportunidades que los hombres y, sobre todo, ser respetadas para sentirse seguras; algunas de ellas estaban en representación de sus hermanas, amigas, madres, conocidas o simplemente de aquellas mujeres que fueron víctimas de violencias basadas en género (VBG).
Ante este panorama, se hace necesario reflexionar sobre el papel de las familias en el acompañamiento a sus jóvenes, en un caminar conjunto hacia la trasformación de imaginarios sociales sobre lo que significa ser mujer o que limitan el desarrollo y perpetúan la brecha existente entre hombres y mujeres en términos de oportunidades.
Cuando hablamos de imaginarios o estereotipos de género, hacemos referencia a las cualidades socialmente aceptadas y deseables para cada sexo. Atributos que se refuerzan a lo largo del curso de vida y en el que intervienen factores diversos de índole cultural, social, y económica, entre otros, que forman parte de la cotidianidad de cada persona y se afianzan en los diferentes contextos.
En este punto no todo está dicho y, lo mejor, es que así como no se enseña a ser madre, padre o red de apoyo para una joven, tampoco estamos entrenados para reconocer los comportamientos y pensamientos que refuerzan los estereotipos de género.
En Mis Manos Te Enseñan les daremos algunas pautas enmarcadas en acciones de la vida cotidiana que nos permitirán trasformar estas prácticas y potenciar las capacidades de nuestras jóvenes:
El cuidado y la casa no son cosas de mujeres
Históricamente estas labores fueron atribuidas a la mujer, ubicándola como una fuente inagotable para el sustento emocional de las familias y las labores para el sostenimiento de las dinámicas del hogar. Así, entonces, cocinar, limpiar, cuidar a los niños y enfermos se convirtió en algo femenino. Lo que es preciso entender es que las tareas del hogar pueden redistribuirse de tal manera que todos los integrantes de la familia las compartan y se apropien como algo natural. La ganancia para las mujeres y jóvenes será mayor tiempo para el desarrollo de actividades educativas, artísticas y deportivas entre otras, que apunten a su crecimiento personal, profesional y familiar.
La violencia no se limita a los golpes
Existen diversas manifestaciones de violencia hacia las mujeres que pasan inadvertidas y también generan daño (las bromas hirientes, celos excesivos, humillaciones y descalificación). Reconocerlas como una forma de violencia y tomar medidas tempranas para el cuidado es importante, de esta manera se pueden prevenir manifestaciones más severas que puedan comprometer su integridad física y su vida.
El aprendizaje no es cuestión de género
El acceso a oportunidades educativas, formativas, complementarias y para el uso del tiempo de libre no pueden limitarse en función del género. Desde las familias se puede apoyar a las jóvenes a reconocer sus talentos, capacidades y fortalecer su autoestima.
Por último, es tiempo para escuchar y construir vínculos; reconocer que nuestras jóvenes tienen mucho que aportar a la familia y al país y que se trata de una opción y una decisión ante un proceso de trasformación inminente y completamente necesario. Es saber que quizás lo que aprendieron nuestros padres pierde vigencia en la actualidad y en este momento son nuestras jóvenes las llamadas a enseñarnos nuevas formas de entender lo que significa ser mujeres. ¿Nos sumamos al cambio?